Roma , 6 de marzo de 1920
Ruth: Tu carta me ha llegado con mucho retardo. Antes de ser depositada en la estafeta ha tenido que sufrir una larga tramitación burocrática. Sólo después de haber recorrido todas las oficinas postales ha arribado a una donde un sello me ha calificado así: Scoussciuto dal portalettere. Yo la esperaba. Sabía que tú me escribirías . Que no podrías dejar de escribirme.
Y, al recoger mi correspondencia , unas veces del consulado, otras veces del partado de la legación, otras veces de la estafeta, buscaba siempre tu grato sobre de anónimo femenino. Perdóname el calificativo. Pero desde que recibí tu primera carta, guardo de tus sobres la impresión de unos sobres de anónimo. ¿me lo perdonas?. Me dices "tu letra esta cansada. No es la misma de años atras". Es muy cierto. No sólo la letra está cansada en mí. Tambièn estàn cansadas la juventud, el alma, la voz, la sonrisa, la mirada , la frase, todo, todo. La adolescente y lirica fe de mis años pasados - de cuando mi seudonimo era Juan Croniqueur, de cuando yo era un "niño talentoso y malcriado" como , más o menos , me dijo una vez Clemente Palma en su Crónica- me ha abandonado. Tu sabes que no todos han sido conmigo, igual que tú, generosa y comprensiva. Me han agredido tanto que he tenido que vivir en son de combate. Se han aprovechado los menores pretextos para soliviantar contra mí la ciudad . He salido de una acechanza para caer en otra . Escándalos tras escándalos. Escándalo de Norka Rouskaya, escándalo de los militares etc. etc. Cierto que yo no he sido prudente jamás. Pero es que no he podido, no puedo ni podré serlo. Un hombre todo sinceridad, no puede ser prudente, no puede ocultar su abominaciòn de la estupidez, ni su pasiòn por la verdad , la belleza y el talento.
La agresividad que yo he despertado generalmente me envanece a ratos. (contigo no debo ser falsamente modesto). Y es que si no valiese algo, si fuese un mediocre como los demás , no sería posible que suscitara sórdidas hostilidades. Más que yo las ha suscitado, contemporáneamente, Abraham Valdelomar, mi amado amigo, el más brillante talento literario del Perú de hoy y del Perú de ayer. En el Perú es necesario ser absolutamente mediocre para no ser detestado. El talento causa miedo y, por ende, reacción. Pero no vale la pena hablar de estas cosas cuando se está tan lejos de Lima y, sobre todo, cuando, en los momentos sentimentales, se le extraña amorosamente. Porque, mi querida Ruth, yo soy lo bastante romántico, a pesar de mis excentricidades, para extrañar amorosamente mi ciudad. No te miento. En el fondo soy un alma sencilla, fiel a mis afectos y menesterosa de ternura. ¿Qué quieres que te cuente de mi vida actual? ¿Que leo y estudio? Esto carece de importancia ¿que Roma es hospitalaria y buena conmigo? Esto carece de importancia también. Hasta ahora mi sensación màs plácida es esta: la sensaciòn de libertad . En New York, en París, en Roma, se siente uno libre, totalmente libre, ilimitadamente libre. No hay quien espíe, ni quien vigile, no hay quien controle, no hay quien envidie, no hay quien aceche. Y el desconocido es más libre que todos . La ciudad lo acoge sin prevención, sin prejuicios, sin reticencia ¡es muy interesante, Ruth , ser un desconocido!
Leo en tu carta "ya nada te falta". Y yo, en el mismo instante, siento que me falta todo. He hecho una vida fébril, intensa, vertiginosa, he recorrido la escala de todas las emociones, he conocido lo desconocido; y, sin embargo, me falta todo. Tu lealtad, tu dulzura, tu solicitud conmigo me hacen mucho bien . Te lo agradezco con todo el corazón. Nuestra amistad rara, secreta, y desinteresada es, como tú dices una amistad única. Es y será una amistad única en nuestras vidas y en el mundo. Otra carta mía te llevará algunas impresiones. Te hará conocer también algunos versos míos. A condición de que los conozcas tú sola. Me traicionarías si los hicieras conocer a otras personas ¿no es verdad?. Ahora debo recibir a mi profesor de italiano. Son la 3 y 25 pm. Dentro de cinco minutos llegará. Tal vez antes de cinco minutos. Hoy su visita, su lecciòn y su italiano, serán inoportunos para mí. Serán detestables , serán fastidiosos, serán mortales. La tarde es de primavera. Mi estancia está llena de sol. Llega hasta ella , no sé de donde, una música de piano, una música apasionada y sentimental como el alma de este pueblo. Yo quisiera escribirte esta tarde, largamente, interminablemente, como si en este rincon de Roma, tú y yo convesásemos solos y silenciosos. Otra vez será. Pero otra vez no habra esta tarde de primavera, ni habrá este sol, ni habrá esta música. !ni habrá la inminencia del profesor de italiano!
Tuyo
José Carlos Mariátegui
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